Harina en vuelo

Cuando la harina vuela

Cuando la harina vuela el mundo se hace pan. O se hace poema. Como nos muestra el delicado libro de An Lu, Harina en vuelo. Lo apenas palpable abriga con su blancura sobria y su tejido espeso. La cita de Marc Augé no sólo preludia sino que ella misma se revitaliza y se alza apoyada en el equilibrado mosaico (lo filoso y lo etéreo) que componen sus poemas: “El mundo no está en ruinas, está en obras.” Es la hospitalidad del libro en permanente construcción la que nos nace lectores y nos asienta para habitarlo. Es la intemperie del lenguaje de An Lu, abierto y silenciosamente orquestado, la que nos ampara.

La brevedad golpea el sentido interior de cada escena: “Si estiro con/ firmeza/ una/ de las piernas// sacudo el mapa”. La elipsis depara epifanía: “Barras, palos, rejas, alambres/ inventaron/ para separar./ Lo que no saben/ es que volamos.” La esencia de las “cosas” se entusiasma en la palabra: “Hilos, libros botones,/ cartas a mi alrededor,// jarras, pompas, gallos,/ ojales, pan.// Belleza + belleza = aliento.” Dan ganas de seguir (de leer, de vivir), después de este, de cada poema.

Poemas como huellas: marcan a fuego pero no laceran. Cabe, Harina en vuelo, en aquel rito íntimo anunciado por René Char: “Un poeta debe dejar huellas de su paso, no pruebas. Solamente las huellas hacen soñar.”

María Malusardi

Reseña en la Bestia Lectora, julio 2023.