Mi hacer se manifiesta en las artes escénicas y la literatura.
Considero que mi formación me la fue brindando mi entorno y las lecturas compartidas. En comunidad: la familia extendida (con la que consideramos la importancia de la trasmisión del arte porque estira el mundo, le agrega variaciones, variedades, lo cuestiona, lo transforma); ciertas maestras de la escuela primaria, ciertos profesores, mi práctica desde chica en la escuela de danzas que, luego, intervinieron en el placer y deseo de mi accionar.
Manifiesto
Mis acciones, tanto en las artes escénicas como en las literarias (leer/escribir), cuestionan la colonización impuesta sobre la mirada, el tiempo, el espacio, las lecturas, el deseo. Resisten a una significación fija: por ejemplo, a la que dice “el trabajo nos hace libres” y pienso esto como un witz, un chiste, una ética trastornada.
Las narraciones que suponemos únicas, “normales”, por ejemplo: la creencia en el progreso como un tener más, ¿meras confusiones cotidianas?
También sobre la responsabilidad con el otro, el vecino. Ese otro que “la legalidad” oculta (el que hace trabajo esclavo, aquel al que se le niega su documento, el que emigra esperanzado y no encuentra).
Situaciones que dejan a la vista las diferencias en el recorrido de la memoria. Hilos de agua potable, barro, poros entre lo público y lo privado, accidentes evitables.
Pretensión de saltar del estado de hipnosis para animarse a explorar una realidad que se nos ofrece como la verdadera, única. Y captar su multiplicidad, sus pliegos, sus grietas, los puntos de fuga.
Con huellas, marcas, surcos, flechas, tatuajes, sombras que hacen y deshacen la percepción, intervengo y soy intervenida. Así nos habilito y me habilitan a entrar a un lugar sin entrada, donde la trama se subvierte.